La vida de Christiane F. cambió para siempre cuando vio a David Bowie por primera vez. La presencia del Duque Blanco, Berlín, la discoteca Sound, los chicos y chicas con el pelo teñido de verde pastel, los años setenta, las cazadoras de cuero y pinchos, la canción Station to Station. El cóctel fue tan apetecible como casi mortal y Christiane, que contaba solo con 14 años, quedó atrapada sin remedio. Lo que sucedió después es historia: dos libros, una película y una estación de metro icónica (Bahnhof Zoo); pero sobre todo, un relato trágico de una niña que quedó sepultada por el peso de una década, una ciudad y ese polvo de estrellas llamado Ziggy.
© Ilustración: Mar Lorenzo/ Fotos: Getty Images y cortesía de The Attico.
Casi cuarenta años después, cientos de chicas sintieron algo parecido cuando vieron la cazadora Bowie que rendía homenaje a la que Christiane lucía en la mencionada película en la colección otoño-invierno 2016 de Gucci. Esas chicas, con independencia de dónde y cuándo hubieran nacido, crecieron con Christiane y con Bowie y para ellas la chaqueta no era ni ideal ni tendencia ni preciosa, era un pedazo de su vida hecho prenda. Las que han visto demasiadas veces Paris-Texas han experimentado emociones similares con los jerséis de angora y las que desearín vivir en el videoclip de Californication, con el penúltimo gorro de pescador. La moda, como todo, se disfruta más cuando hay un porqué, cuando los calificativos no bastan para explicar por qué se ama una tendencia o se desea una prenda. El estilo puede copiarse, pero las emociones que lo sustentan no.
Y los pantalones metalizados son ahora mismo el tesoro de las que tienen más vinilos que zapatos, de las que sueñan con llevarlos porque Bowie los llevó primero, Diana Ross y Elton John poco después; y Cher y Deborah Harry antes de la muerte definitiva de la música disco. Es decir, son de las que no pueden separar lo que llevan de lo que escuchan y por lo tanto conciben su armario como un futuro álbum de recuerdos más que como un laboratorio de experimentos. La tendencia está ahí y la pasarela no ha dudado en rescatarla este otoño-invierno: Attico, Rodarte, Celine, Paco Rabanne o Louis Vuitton son solo algunas de las numerosas firmas que han presentado múltiples versiones de esta prenda nacida para bailar y que vivió su momento cumbre entre 1975 y 1980. En tejido de satén, lamé o lúrex; con lentejuelas o bordados, los pantalones metalizados regresan fortalecidos tras un largo paréntesis y lo hacen ampliando sus posibilidades a la hora de combinarse.
© Ilustración: Mar Lorenzo/ Fotos: Gorunway.com.
Este otoño 2019 no solo serán una suerte de nostálgica postal de la década disco, sino que adquirirán diferentes matices según los deseos de sus dueñas: serán barrocos y decadentes, y perfectos para pasearse (en sueños) por una mansión ubicada en el centro de Florencia; serán sinónimo del estilo inglés más sofisticado, prenda estrella de la invitada que nadie invitó a Gosford Park y compañeros de look de estolas de piel y jerséis masculinos; serán minimalistas y se combinarán con perlas y copas de vino blanco; podrán incluso adoptar las maneras de unos vaqueros y pasar desapercibidos.
La industria ha conseguido descontextualizar esta prenda y hacerla universal y llevable en casi cualquier situación. Pero ellas, las que tienen más vinilos que zapatos y bolsos, siempre lucirán los pantalones metalizados de una manera diferente e inimitable. Quizá porque sienten lo que hacen, porque las tendencias que escogen nunca están huecas o porque cuando caminan escuchan Heroes en su cabeza.
10 pantalones de vestir metalizados que son LA elegancia y LA tendencia, aquí.
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