En el lugar más insospechado

¿Dónde diríais vosotras que he estado hablando sobre juguetes sexuales? ¿una iglesia? ¿la casa de mis suegros? ¿en la consulta del médico? Pues no, lo mío roza lo almodovariano: en un cumpleaños infantil.

Rodeada de madres, de niños de diez cumpleaños distintos, espídicos, corriendo sobre patines, de monitores y camareros con más paciencia que el Santo Job, va y me pregunta una de las madres que qué es eso de los succionadores de clítoris… El papá que estaba sentado a mi lado casi infarta, después de sacar medio vaso de coca cola por la nariz. Un día de estos tenemos una desgracia.

Que a ver cómo explicas estas cosas de la manera más técnica y profesional posible…

– “Pues mira, X, juguetes sexuales hay de muchos tipos y formas. Ha evolucionado mucho el sector. Los más novedosos son los que se centran en estimular la zona del clítoris, y dentro de estos los hay con una tecnología que emite ondas o simula una succión suave, por eso se les llama succionadores.
– “Ah, qué guay, ¿no?. Pues a mí uno de esos me vendría fenomenal, porque yo soy de cunnilingus. La penetración… psssé… ni fú ni fá”.

Aquí el papá que casi muere atragantado decidió que era mucho para manejar y se largó a ver cómo los niños se hostiaban sobre la pista de patinaje.

Podéis decirme que no era el lugar ni el momento más indicados para hablar de estas cosas, y seguramente llevaréis razón, pero a mí me flipa que alguien con quien tengo una confianza más bien limitada (nuestros hijos comparten colegio y curso desde Infantil, pero hasta ahí llega nuestra relación), sea capaz de hablar de estas cosas con total libertad. Me flipa que me encanta. Deberíamos hacerlo más, todas, independientemente de donde estemos.

Tengo una teoría de por qué están teniendo tanto éxito estos aparatos: porque hacerlo bien bien, la verdad, pocos. Ya os dije hace tiempo que la palabra mágica para que Amante supiera por dónde tenía que ir era CONSTANCIA. Y si algo tienen estos chismes es eso: constancia a tope… o hasta que se le acabe la batería.

También es verdad que muchos y muchas siguen tomando el sexo oral como un trámite, uno de “los pasos que hay que seguir” cuando echas un polvo. Y no. El sexo oral, darlo (aún más que recibirlo), es un arte, una fiesta. No se puede hacer por obligación, ni con prisas, ni sin escuchar ni observar lo que le gusta a esa persona.

Tampoco podemos esperar que por un milagrito de la virgen esa persona sepa instintivamente dónde cómo y a qué velocidad nos gusta: hay que hablar e ir indicando, de viva voz, con gestos, como sea.

Y, repito, sin prisas, pero con mucha CONSTANCIA.

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