El día que la infanta Elena se escapó de un cuadro de Goya: madroños, encajes y abanico

Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) quedó tan satisfecho su Retrato de la reina María Luisa con mantilla que le encargó una copia a uno de sus colaboradores,Agustín Esteve, para regalársela a Manuel Godoy. Y al modista Lorenzo Caprile le gusta tanto esta obra de arte que se puede visitar en el Museo del Prado que, el 21 de mayo de 2004, vistió a la infanta doña Elena a la manera de la corte de Carlos IV para uno de los acontecimientos más importantes de aquel año –y de la década–: la boda de los príncipes de Asturias. En concreto, para la cena de gala que los reyes don Juan Carlos y doña Sofía ofrecieron a los más de mil invitados la noche anterior en el Palacio de El Pardo.

Para la ocasión doña Elena lució un traje de inspiración goyesca –término que, naturalmente, se acuñó con posterioridad– que contiene muchos de los elementos que se utilizaban en el siglo XVIII: "La redecilla de madroño con la que tanto hombres como mujeres se recogían el pelo; el chal bordado en seda, fundamental en aquella época. El corpiño, la falda que deja ver la enagua. Y por supuesto, el abanico, un objeto básico del lenguaje cortesano", explica el profesor José María Bullón, doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y colaborador habitual de la pinacoteca madrileña.


Pero si la noche anterior al enlace de los reyes de España doña Elena sorprendió por su atuendo de inspiración goyesca, el día de la boda lo hizo con un sastre de alta costura de Christian Lacroix compuesto por chaqueta, chaleco y falda tubo de seda rosa palo con bordados en color blanco, que la infanta combinó con mantilla española, guantes y perlas… De nuevo, inequívocamente goyesco. "La chaquetilla es más larga que la torera, pero tiene esa misma impronta y se inspira en las que solían llevar las majas en el siglo XVIII", dice Bullón, que recuerda cómo entonces la corte adoptaba el atuendo de las clases populares. "Cuadros como La gallinita ciegade Goya retratan esa costumbre de la alta aristocracia, que disfrutaba imitando al pueblo incluso en sus juegos a orillas del Manzanares. La infanta tuvo esa clara intención de vestirse a lo español. Hoy en día se ha quedado como un elemento decorativo para eventos especiales, pero en el siglo XVIII la mujer no salía a la calle sin mantilla. Se habría sentido desnuda", comenta.

Bullón subraya cómo la boda de don Felipe y doña Letizia no ha sido la única ocasión en la que doña Elena ha hecho una reivindicación de lo español, de la peineta y la mantilla, y cita el célebre modelo de Caprile que escogió para la boda de Victoria de Suecia. La pregunta es: ¿cómo es posible que una mujer se ponga la redecilla de madroños y saque el abanico… Y no parezca un extra de una producción histórica? La clave está, según el experto, en la elegancia. "Un concepto abstracto pero que, si ves el traje de Lacroix, la elección de materiales ricos, elaborados con mucho cuidado. La falda tubo, la chaqueta, el chalequillo… El bordado blanco. Todo esto lo hace exquisito. Sencillo y, al mismo tiempo, muy complejo", reflexiona el experto, que no duda al concluir cuál es uno de los grandes aciertos de la infanta: "Escoger modistas que, como Caprile o Lacroix, toman elementos tradicionales de la moda española y la actualizan". O lo que es lo mismo: la duquesa de Lugo sabe cómo hacer historia… Y vestirla.

Nuestros periodistas recomiendan de manera independiente productos y servicios que puedes comprar o adquirir en Internet. Cada vez que compras a través de algunos enlaces añadidos en nuestros textos, Condenet Iberica S.L. puede recibir una comisión. Lee aquí nuestra política de afiliación.

Fuente: Leer Artículo Completo